Cultura

El “chatín” y las Artes Escénicas

En más de una ocasión he escuchado aquello de que lo peor del Teatro es la gente de teatro. Y el longevo Arturo Fernández ha aparecido últimamente en los medios para demostrárnoslo. Le ha bastado una frase destacada por entrevista concedida para hacernos intuir el mal estado de las artes escénicas hoy en nuestro país. También para hacernos ver el mal estado de los medios de comunicación nacionales, quienes en “apoyo” al mundo de la Escena, dieron al galán de la Viagra una entidad que no tiene porque no se la ha ganado. Y es que uno no sabe si don Arturo es realidad o ficción, si es un actor egoístamente ajeno al mundo escénico, o si es un personaje que ha conseguido apoderarse de un cuerpo (única explicación plausible ésta última para justificar el temor que siente porque el personaje de un mendigo pueda convertirlo en mendigo –aunque ante la duda podría vestirse de filósofo y comprobar dos cosas: que no le cura la imbecilidad y que no ha sabido nunca interpretar–).
Pero mientras, si ignoramos a personajes como el chatín, o a ese semidiós que se cree Boadella, y nos quedamos unos segundos en silencio, entre tantos gritos de auxilio llegados de todos los puntos del globo, también podremos escuchar el leve pero continuado sonido que produce el sector cultural español al desangrarse. La decisión parece definitiva: los coches oficiales se quedan, la intangible arquitectura levantada pueblo a pueblo, sala a sala, espectáculo a espectáculo, se abandona a su suerte. Un legado que es como una escultura de hielo que crece gracias al empeño y el trabajo, que desaparece si la abandonas. No como esos cientos de teatros y auditorios vacíos, levantados a favor de las empresas que los construyeron y de la autopromoción partidista frente a las urnas electorales. Porque el problema no es solo esa subida de trece puntos en los impuestos culturales que en respuesta a la intención única del Gobierno, la recaudatoria, ha reducido en un treinta por ciento los ingresos culturales nacionales (sin que tal dato económico tenga tanta relevancia para que el Sr. Wert considere rectificar su postura). El problema también estriba en la cerril inclinación política por acudir al supermercado y gastar todo el dinero en bolsas para llevar la compra: la Plaza de Villena, por no irme lejos con los ejemplos.

Y mientras el tocayo del demonio defenestrado de los empresarios llama feos a quienes se manifiestan reclamando sus derechos, el sector escénico intenta reinventarse y estabilizarse consciente de que se haya dentro de un torbellino que todavía no presenta signos de debilidad. Y el chatín alquila teatros para representar zafias y anodinas comedias de encargo que, a su modo de ver, suponen la cumbre del arte y de las aspiraciones del respetable… Qué pena da ver al chatín denigrarse, con medio cuerpo dentro de la caja, buscando interesadamente el aplauso y las subvenciones de cuatro, sin querer saber que el dinero lo ponemos el resto.

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